Una patria sin discusión histórica no es patria

marzo 1, 2018

La Crónica

Una patria sin discusión histórica no es patria

Cuando nos adentramos en la historia nacional, ese relato que nuestros maestros de primaria llamaban la historia patria, siempre nos encontramos con trifulcas interminables, con tragedias extremosas, con enfrentamientos que nunca han terminado de curarse entre nosotros. Vivimos el pasado de nuestro país con la misma o mayor intensidad que vivimos el presente. Es como si los conflictos y episodios, los personajes y bandos en que estos estuvieron siguieran en las trincheras de nuestro pensamiento actual. Por más modernos, globalizados, cosmopolitas que parezcamos, si rascamos un poquito en esas historias de inmediato se desata la batalla de las opiniones, la guerra de las discrepancias. El pasado sigue vivo y sigue dándonos lata por más que digamos que ya está enterrado, que ya no puede molestarnos. ¡Mentira! La historia de México sigue siendo un campo minado, un terreno lleno de sangre fresca.

¿Por qué digo lo anterior? Porque cada vez que sale un libro que quiere ofrecer una nueva mirada a nuestra historia, que quiere difundir una versión distinta de nuestro pasado, los demonios de la opinión pública se desatan, vuelan los proyectiles de la retórica y las carabinas y fusiles de antaño vuelven a la carga con bayoneta cargada. El humo del ayer es, reconozcámoslo, el vocerío del ahora. En otros tiempos dio pie para la creación de periódicos, libelos, libros eruditos y panfletarios. Hoy da pie a discusiones airadas en las redes sociales. Y es que una patria sin discusión histórica no es patria sino un simple cadáver. Y nuestra patria, por más que muchos crean saberlo todo sobre ella, sigue atrayendo a escritores y periodistas a que escriban sobre sus momentos más virulentos y atrabancados, para que volvamos sobre nuestros pasos y podamos hacer una exhumación diferente de los hechos que pasaron hace siglos, pero que nos siguen importando porque aún tienen repercusiones en este México siglo XXI.

Debido a ello afirmo que la trilogía ‘La gloria y el ensueño que forjó un patria’ (Planeta, 2017) de Paco Ignacio Taibo II, el narrador policiaco y el historiador de la izquierda latinoamericana, es una obra fundamental para recordarnos el valor suicida de una generación de mexicanos, la de mediados del siglo XIX, esa que luchó, a brazo partido, contra el mundo entero y las principales potencias de su tiempo con las armas del orgullo y la dignidad. Para entender el valor de una obra como la suya empiezo con dos citas, la del historiador Alain Demurger que sirve de epígrafe a esta obra: “El historiador no se ocupa sólo de la verdad; se ocupa también de lo falso cuando se ha tomado como cierto”, y una del propio autor: “A veces sólo la literatura salva a un país”, ya que nos recuerda que la generación de la Reforma, especialmente la de los liberales rojos, radicales, estuvo compuesta por escritores de la talla de Ignacio Ramírez, Melchor Ocampo, Guillermo Prieto, Francisco Zarco, Vicente Riva Palacio e Ignacio Manuel Altamirano, quienes hicieron las leyes que cambiaron a nuestro país y tuvieron existencias trepidantes, lidiando con dictadores, guerras, sublevaciones, golpes de Estado e invasiones extranjeras mientras se daban tiempo de escribir poemas, cuentos, crónicas, discursos y cuanto material fue necesario para mantener el rumbo de México en tiempos aciagos.

Y hablando de discusiones y discrepancias hay que precisar que Paco Ignacio fustiga, en este libro, las falsedades de historiadores como José Fuentes Mares, Armando Fuentes Aguirre, Pablo Muñoz Bravo y Francisco Bulnes, a la vez que señala las aportaciones de historiadores y periodistas como José C. Valadés, Agustín Rivera, Ángel Pola, Carlos Monsiváis, Victoriano Salado Álvarez, Patricia Galeana, Jorge Belarmino y Miguel Ángel Granados Chapa al esclarecimiento de este singular periodo de nuestra historia patria de 1854 a 1867. Los años duros. Los años terribles.

Por ahora me quedo con Taibo II y su visión de nuestro pasado como un relato policiaco de un México lleno de violencias pero que buscaba, desesperadamente, la paz, la justicia, la equidad. Pero mientras lograba tal quimera, la sangre nacional corrió por todas partes, desde Guadalajara a Veracruz, desde Tampico a Mazatlán, desde Morelia a la ciudad de México. Un reguero de odios que todavía pulsa en nuestra memoria, que todavía arde en sus furores dogmáticos. Una patria que no termina de reformarse a la medida de nuestros sueños, a la altura de nuestros anhelos. Esa patria que somos cada uno de nosotros. Aquí. Ahora mismo.

* El autor es escritor y miembro de la Academia Mexicana de la Lengua.

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