Busca AMLO tirar puentes, ¿rescatará la historia?

febrero 17, 2020

observatorio.tec.mx

El pasado miércoles, el presidente Andrés Manuel López Obrador causó revuelo una vez más en los titulares al anunciar su iniciativa para retirar los “puentes”, la práctica de mover el asueto de un día festivo al lunes o viernes más próximo. El motivo citado para esta propuesta fue su preocupación por la falta de conocimiento histórico en los niños.

“Los niños en las escuelas hablan de puentes pero no del por qué no asisten a la escuela un viernes o lunes como acaba de suceder, y resulta que hoy, el 5 de febrero, nadie recuerda que se promulgó la Constitución”.

López Obrador calificó de lamentable que las fechas cívicas y el conocimiento histórico que se desprende de las mismas haya caído en el olvido y agregó que propondrá reformas para recuperar ese conocimiento, que considera parte importante para la identidad nacional. La intención es sin duda loable, pero queda la duda de si la estrategia del presidente mexicano ataca solamente un síntoma o la enfermedad completa que implica el estado de la educación histórica en México.

Sin maestros no hay historia

El problema de la educación histórica en México es mucho más complejo que no recordar las fechas por las que se está dando un “puente”. El problema surge de que hay muy pocas ofertas educativas y aún menos oportunidades laborales para los historiadores. Debido a esto, el número de historiadores que hay en México no alcanzaría ni para cubrir el 2% de las clases de Historia en el sistema educativo mexicano. ¿Cómo es la preparación del maestro de Historia de México entonces? ¿Necesita ser historiador? Si no es así, ¿tenemos definido cuál es el perfil idóneo para este rubro de la educación?

El Dr. Sebastián Plá Pérez, investigador del Instituto de Investigaciones sobre la Universidad y la Educación (IISUE) de la UNAM, explicó que un profesor de historia debe tener sensibilidad, conocimiento de la materia, conocer los contextos y ser intelectual. “Debe darse al profesor la libertad de ser un intelectual, quitarle ese yugo de funcionario público que le están poniendo hoy en día con los temas de evaluación tan centralizados”, expresó el también especialista en enseñanza de la historia. Agregó que ser maestro de Historia no debe solamente repetir los conocimientos proporcionados por el Estado o una institución educativa, pero que sí debe de existir un “piso académico” con conocimientos básicos del cual el estudiante pueda partir. De acuerdo a Plá, lo que diferencia a un maestro de Historia de un repetidor, es la capacidad no solo de conocer sino de discutir y dar contexto a los contenidos relevantes en una clase de Historia.

La historia está en las fuentes

El registro histórico es la única herramienta que tenemos para acceder al conocimiento de eventos del pasado. Nuestra visión sobre el transcurrir de los ayeres se forja completamente alrededor de estas fuentes y esto influye también en la forma en que construimos el presente histórico usando el contexto proporcionado por eventos previos.

Por eso las fuentes en las que nos basamos para enseñar historia son tan importantes, y de acuerdo a expertos en historiografía, estas a veces se quedan cortas.  En el 2014, el Instituto Nacional de Estudios Históricos de las Revoluciones de México (INEHRM), diagnosticó una serie de errores en los libros de texto gratuitos de historia para los niveles de primaria y secundaria. Estas fallas abarcaban incluso nombres y fechas importantes equivocadas, como errar los años en los periodos presidenciales de Benito Juárez, Porfirio Díaz y Francisco I. Madero.

En 2018 se incluyó una imagen de la banda estadounidense Nirvana para ilustrar el concepto de “jóvenes mexicanos de los 90’s”. Patricia Galeana, directora del INEHRM agregó que la educación secundaria cuenta con altos índices de reprobación de la materia de Historia. Galeana declaró: “Cuando vemos a los jóvenes en segundo y tercero (de secundaria) ya se les olvidó todo lo que vieron en quinto y sexto”.

¿Qué soluciones podrían funcionar?

Los “puentes” vacacionales como los conocemos surgieron en el 2005, durante el mandato del presidente Vicente Fox con el objetivo de incentivar el turismo y disminuir el absentismo escolar de los niños cuyas familias tomaban los días de la semana hábil posteriores  o anteriores al asueto. Esta decisión, y la que ahora propone AMLO en 2020, tienen mucho que ver con la asistencia de los estudiantes a la escuela y casi ninguna relación con la calidad de la enseñanza de la historia en México, sin embargo, sí se puede hablar de un mayor interés en este sexenio por preservar y difundir el conocimiento cultural e histórico.

El manual de la Nueva Escuela Mexicana, de la Secretaría de Educación Pública (SEP), muestra un panorama más completo sobre cómo la SEP quiere mejorar la impartición de conocimiento, tanto general como histórico, durante el presente sexenio. La idea de rescatar el conocimiento histórico como parte fundamental de la identidad nacional es integrar a la familia en la enseñanza y remembranza de la historia. Partiendo de que la teoría no es suficiente, y a través de actividades asignadas por el docente, se busca involucrar a la familia en conversaciones con el tema de la historia fuera del salón de clases, o motivarlos a realizar visitas a sitios históricos o arqueológicos ligados a las fechas en las que hay asueto.

En artículos anteriores hemos sugerido que la educación histórica no solo debe servir para incentivar la adherencia a una identidad nacional, sino también un sentido crítico hacia los componentes cívicos y políticos de la historia. Para un problema tan complejo como el de la enseñanza y aprendizaje de la Historia en México no necesitamos una solución, necesitamos varias: Una mejor preparación para los maestros de Historia, mejores materiales didácticos, mejores programas académicos que conceptualicen esta materia como un transcurrir de eventos que forman el presente y no como un conjunto de fechas y eventos que hay que memorizar para pasar una prueba; estrategias de enseñanza que sepan aprovechar el conocimiento histórico como herramienta tanto como generar un sentido de pertenencia a una nación como para la reafirmación de un sentido crítico que convoque a la acción positiva y no solo a la repetición de datos.

La iniciativa de López Obrador podría verse como ingenua o insuficiente ante las circunstancias, pero habría que ver si su estrategia para rescatar la enseñanza de la Historia incluye no solo tirar puentes, sino construir nuevas rutas hacia una conciencia histórica mexicana a través de la educación.

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