Diplomáticas mexicanas
enero 16, 2023
revistafal
La presencia de las mujeres en la diplomacia mexicana ha sido prácticamente invisibilizada en la historiografía. Los recuentos y las biografías existentes no se detienen a contar las experiencias y las contribuciones femeninas en el campo. Por tanto, este libro colectivo, Diplomáticas mexicanas, coordinado por la historiadora Patricia Galeana, resulta un aporte original e invaluable. En sus páginas se traza una semblanza de diez destacadas mujeres que fueron diplomáticas o que, en algún momento, representaron a México en el exterior.
El libro comienza en los tiempos de la diplomacia revolucionaria con la figura de Hermila Galindo y concluye a finales del siglo XX con la primera Canciller de México, Rosario Green. Entre las dos, se revisa la vida y obra de Palma Guillén, Cordelia Urueta, Amalia González Caballero, María Lavalle Urbina, Paula Alegría, Rosario Castellanos y María Emilia Téllez Benoit. Aunque cada autor acomete su tarea en modo diverso, es posible encontrar en estas historias hilos conductores que abren el apetito de la lectura.
En primer lugar, se trata invariablemente de mujeres talentosas pero también excepcionales en cuanto a que se atrevieron a incumplir el mandato social. De una u otra manera, desafiaron a una sociedad mexicana machista que las hubiera preferido en casa y cuidando hijos. En segundo término, es notable que la mayoría de ellas fueron maestras; de hecho, las nacidas en el primer cuarto del siglo XX fueron maestras normalistas. Naturalmente, esto se debe a que el magisterio era una actividad profesional que la sociedad de entonces consideraba apropiada para las mujeres que quisieran trabajar y que tuviesen ambiciones intelectuales. El libro muestra que estas mujeres abrazaron la educación como un camino de emancipación. En tercer lugar, varias fueron feministas declaradas y militantes. Las seis primeras diplomáticas del libro llegaron a la vida adulta sin tener derecho al voto. Paradójicamente, Galindo, Palma, González Caballero y Alegría representaron en el exterior a un país que no las consideraba ciudadanas. No sorprende, pues, que el cuarto hilo conductor haya sido su trabajo a favor de la reforma constitucional que otorgó el sufragio femenino en 1953.
Prolijos en información y salpicados de anécdotas interesantes, los capítulos brindan detalles sobre las funciones y los logros de estas mujeres en su quehacer diplomático. Su lectura es un verdadero disfrute pero, sobre todo, una fuente de inspiración para las jóvenes mexicanas que quieran dedicarse a la diplomacia en el siglo XXI. Desde el punto de vista académico, la obra constituye un paso adelante en la validación del enfoque de género aplicado a la historia de la política exterior, que ganaría mucho si se despoja del androcentrismo y comienza a reflexionar sobre el estatus de las mujeres en este campo.